sábado, 23 de enero de 2010

Medico sin frontera. (part 5)

20:12:00


El poblado Yucai si respondía a la idea que Laura, influenciada sin duda por las películas, tenía en su imaginación de un asentamiento indígena. Las casas de adobe y paja aparentemente destartaladas, se descubrían luego cálidas y confortables.

A Sahím lo introdujeron rápidamente en la casa mas grande y solemne del poblado, sin duda la del hechicero. Y allí permanecería durante los siete días que el pobre y servicial indio estuvo inconsciente, debatiéndose entre la vida y la muerte.

Durante ese interminable intervalo de tiempo, la muchacha intentaba reconocer en algún rincón, en los montones de artilugios amontonados cerca de las casas, el mas leve indicio en el que pudiera atisbar una leve sospecha, de que Mario había estado en aquel lejano lugar. Pero todo era en balde, allí no encontraba nada, y tampoco podía sonsacar información a los indígenas, solo unos pocos entendían, no sin esfuerzos y a duras penas, su idioma. Ellos solo la miraban con los ojos muy abiertos y simulaban no entenderla, o a Laura se lo parecía.

Al octavo día de estancia en el poblado Yucai, Sahím fue trasladado y pudo recibir la visita de Laura. Estuvieron hablando toda la tarde y el indio supo que la chica no había encontrado el menor rastro de su novio. En ese preciso instante un vago recuerdo inundó la mente de Sahím, una lejana imagen a la que hasta ahora no había dado importancia. Recordaba haber visto algo en la tienda del hechicero que llamó su atención durante la convalecencia, pero no podía fijar el recuerdo con nitidez. Por ello decidió que debía entrar en esa casa de nuevo. El indio sabía de sobra lo peligroso de la misión, pues si algún Yucai le sorprendía dentro tendrían que castigarle severamente. La pena para ese desprecio era la muerte.

Tres días tuvo que esperar sahím para que le llegara la oportunidad de poder mancillar la casa del hombre que sin duda le había salvado la vida. Todos los habitantes del poblado se había marchado a la playa para, como cada primavera, festejar su llegada y pedir a los dioses lluvias abundantes. Era un día sagrado en su cultura y los rituales y las ofrendas se alargaban durante todo el dia. Solo quedaban en el poblado dos indigenas haciendo guardia, pero se habían pasado toda la mañana bebiendo un raro y espeso mejunje, y estaban bastante borrachos.

Era el momento esperado. Sin tiempo para pensarlo había que actuar. El indio se acerco despacio a la casa del hechicero, se introdujo y comenzó a inspeccionar. Las paredes se hallaban repletas de todo tipo de recipientes de mil formas diferentes a medio vaciar y Sahím no encontraba nada le volviera a llamar su atención. Medito unos segundos y de pronto se dio cuenta de que algo si había cambiado. El recordaba de su estancia, durante su recuperación, haber visto en la neblina, algún libro en la casa. Libros que ahora ya no estaban.

En ese momento, un resplandor iluminó la estancia. El hechicero jefe de los Yucais estaba delante del indio.

2 comentarios:

  1. Después de la lectura de este relato que se torna bastante interesante, tengo la sensación que me faltan partes del mismo me iré más atrás de tus entradas para encontrar algún indicio del mismo. Porque me dan demasiadas interpretaciones en mi cabecita.
    Excelente de cualquier modo Osain

    Néctares

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  2. Mmm... Y cuando una piensa que ya se acaba, la historia vuelve a dar un giro. Interesante. E impaciente estoy por el próximo capítulo.

    Un abrazo y gracias por pasarte por mi blog.

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